Desde hace siglos ha existido la bella costumbre de que cada año, el día de la fiesta de San Francisco, los frailes dominicos van a los conventos de los franciscanos y celebran con ellos muy fraternalmente su fiesta, y el día de la fiesta de Santo Domingo, los frailes franciscanos van a los conventos de los dominicos y hacen juntos una alegre celebración de buenos hermanos. Incluso en momentos tan difíciles como la muerte de uno de los maestros de las Órdenes, el que preside la eucaristía es el Maestro de la Orden hermana.
Existe también la tradición de que en los templos Franciscanos y dominicos, presida el altar la Inmaculada concepción y a ambos lados, escoltándola están Nuestro Padre San Francisco y Santo Domingo. Pero de donde viene esta tradición: "Santo Domingo y San Francisco, las dos lumbreras resplandecientes del orbe, coincidieron en Roma con el señor ostiense -que más tarde fue sumo pontífice (El encuentro tuvo lugar al comienzo de 1221, algunos meses antes de la muerte de Santo Domingo en Bolonia el 6 de agosto de aquel año.)-. Tomando, pues, la palabra el bienaventurado Domingo, dijo al obispo: «Señor, mis hermanos -si se dan cuenta- están ya bastante distinguidos, y, en cuanto depende de mí, no permitiré que obtengan otro género de dignidad». Después de estas breves palabras, el bienaventurado Francisco se inclina ante el obispo y dice: «Mis hermanos se llaman menores precisamente para que no aspiren a hacerse mayores. La vocación les enseña a estar en el llano y a seguir las huellas de la humildad de Cristo para tener al fin lugar más elevado que otros en el premio de los santos. Si queréis -añadió- que den fruto en la Iglesia de Dios, tenedlos y conservadlos en el estado de su vocación y traed al llano aun a los que no lo quieren. Pido, pues, Padre, que no les permitas de ningún modo ascender a prelacías, para que no sean más soberbios cuanto más pobres son y se insolenten contra los demás». Estas fueron las respuestas de los dos santos. Terminadas las respuestas de los dos santos -como dejamos dicho arriba-, el señor obispo de Ostia, muy edificado de ellas, dio gracias sin fin a Dios. Y, a la despedida, el bienaventurado Domingo pidió a San Francisco que tuviera a bien darle la cuerda con que se ceñía. San Francisco no accedía, rehusando hacerlo con una humildad comparable con la caridad que mostraba Santo Domingo en la petición. Pero venció al fin, afortunada, la devoción del que había pedido, y se ciñó devotamente la cuerda bajo la túnica interior. Por último, ambos santos se despiden dándose las manos y haciéndose dulcísimas recomendaciones. Y dice el Santo al Santo: «Hermano Francisco, quisiera que tu Religión y mi Religión se hicieran una sola y viviéramos en la Iglesia con la misma forma de vida». Después, ya que se separaron, dijo Santo Domingo a los presente, que eran muchos: «En verdad os digo que los demás religiosos deberían seguir a este santo varón que es Francisco. ¡Tan alta es la perfección de su santidad!» (2 Cel. 148ª. 150) Desde el Centro Franciscano de Argentina, como Familia Religiosa, queremos hacer presente nuestro amor hacia la Orden de Santo Domingo y celebrar junto a nuestros hermanos el día de su Padre Fundador